En el principio era el verbo, el verbo era la palabra y de la palabra surgieron el mundo, los seres y las cosas. Si afirmamos que las palabras nos anteceden y demás que ellas nos sucederán cuando ya no seamos más que recuerdos, es porque queremos privilegiar y a la vez reinvindicar el poder mágico de la palabra, en este sentido, ellas no sólo se conforman con hablar del mundo, los seres y las cosas; sino que lo quieren hacer de manera única, bella, inmarcesible. Cuando la palabra lucha consigo misma, con sus limitaciones y empina tratando de tocar la eternidad, aparece la literatura.
La experiencia literaria no es mezquina, ya que se relaciona necesariamente con la evasiva y a veces injusta fama; ocurre entonces que, en algún momento de nuestras vidas hemos querido que la belleza acompañe la expresión de nuestras convicciones, de nuestros sentimientos, en ese momento hemos vestido de domingo o de tierra seca nuestras palabras y ese instante, por efímero que haya sido, es suficiente para tener la comprensión del porqué de la literatura.
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